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Los puntos sobre las íes

Tal parece que el presidente no desea irse de la primera magistratura sin saldar cuentas con sus adversarios.

Andrés Manuel López Obrador
Andrés Manuel López Obrador Agencia EL UNIVERSAL/Carlos Mejía/EMG

por Manuel Valenzuela

13/05/2024 10:09 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 13/05/2024

Manuel Valenzuela V.

Debo confesar que no es de mi agrado escribir sobre el presidente López Obrador. En un ambiente tan polarizado como en el que hemos vivido este sexenio, es fácil recibir críticas de amigos y familiares sin importar si escribes a su favor o en contra, simplemente las recriminaciones vendrán de un lado o del otro. Sin embargo, ver lapidar desde la mañanera a una mujer que ejerce su derecho a la crítica, como María Amparo Casar, rebasa los límites de la más mínima prudencia que un presidente debe tener y se acerca mucho a la mezquindad. 

A estas alturas ya todos estamos enterados del caso porque el presidente la acusó mediáticamente (no sé si también lo hizo legalmente), de haber cobrado indebidamente una pensión por viudez por el accidente (así dice el acta de defunción) de su esposo en el lejano año de 2004 siendo trabajador de PEMEX. No abundo en los detalles porque ya se conocen, solo quiero hacer mención del hecho de usar la máxima tribuna del país, usando recursos públicos, para ejercer una venganza política contra alguien que él considera su adversaria, me parece deleznable.

Uso la palabra lapidar porque creo su significado literal se parece mucho a lo que ha hecho el presidente con la señora Casar al exponerla al escarnio público por una situación trágica personal que ella vivió hace 20 años y que, en todo caso, el hecho que él critica, de ser cierto, es atribuible también a él mismo y a la procuraría de su gobierno cuando estaba al frente de la Jefatura de la Ciudad de México. Lapidación, dice la Real Academia de la Lengua Española, significa apedreamiento, apedreo, linchamiento, y eso es lo que se ha hecho con la señora por un asunto personal, íntimo, revelando además información que está protegida por la ley.

   Tal parece que el presidente no desea irse de la primera magistratura sin saldar cuentas con sus adversarios y hacerlos pagar cara su osadía de criticar su gobierno. Este hecho recuerda a la venganza política contra otra mujer, Rosario Robles, a la que mantuvo presa durante años acusada de delitos no graves que nunca pudo probar la fiscalía, por lo que fue absuelta hace unos meses. También se parece a la forma en la que atacó a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de la Nación. 

María Amparo Casar es presidenta de la ONG "Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad", organismo que investiga casos de corrupción y hace públicos sus resultados; denunció varios casos del gobierno de Peña Nieto y ahora ha hecho lo propio con sucesos de este gobierno como es el caso de SEGALMEX. Además, Casar acaba de publicar un libro que es sumamente crítico de esta administración y que se denomina "Los puntos sobre las íes".

Uno puede sospechar que el escarnio público al que el presidente ha expuesto a la señora Casar, es una venganza por la publicación de este libro, al menos en parte, porque lo más probable es que sea por toda la trayectoria crítica que ella ha tenido en contra de López Obrador. 

El libro en cuestión está estructurado en seis capítulos expresados en el mismo número de íes a las que Casar decidió colocarles los respectivos puntos: (des) institucionalización, ilegalidad, impunidad, (des) información, incompetencia e incongruencia. En cada uno de ellos hace una exposición detallada de hechos, declaraciones y datos que fundamentan lo que ha sucedido en esta administración en esos aspectos. No quiere decir que sea lo único que ha pasado, pero lo abordado refiere a aspectos cruciales de la vida institucional de una democracia.

Ninguna democracia puede depender de la voluntad de una sola persona, por ello existe la división de poderes y toda una teoría ya centenaria de la ciencia política y en particular del Estado democrático, de la que se deriva el entramado institucional para disminuir los riesgos de caer en un régimen autoritario. Es en ese contexto en el que María Amparo Casar ubica el intento del presidente de capturar a la Corte y de eliminar los órganos autónomos que no ha podido controlar.

Si a usted le interesa el tema y trata de ver lo que está sucediendo hoy en una perspectiva de largo plazo, le recomiendo leer el libro. Tendrá información abundante que luego usted interpretará según su visión. 

Además de la (des) institucionalización, llama mi atención los capítulos referidos a la impunidad y a la incompetencia. Con todas las corruptelas de los gobiernos anteriores, no encuentro uno donde los grupos del crimen organizado se hayan movido con tanta impunidad como en el actual. Tampoco recuerdo uno donde el equipo de gobierno haya sido tan incompetente.  

No abundo en los detalles que Casar expone en cada uno de los capítulos, pero la información es abundante y toda ella es comprobable. Desde luego que se puede estar en desacuerdo con la interpretación que la autora da a esa información, pero eso de ninguna manera justifica la forma en que su persona y su familia han sido expuestas y metafóricamente lapidadas desde la máxima tribuna de un país que se dice democrático.