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El costalito de Nacho

¡Saboréate con la nueva columna del Chef Juan Ángel!

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Papas Archivo

por Juan Ángel Vásquez

23/06/2025 19:21 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 23/06/2025

Por @chefjuanangel

-¡Y por esta calle vive la que a mí me abandonó!

Con un fuerte golpe sobre la mesa, Ángel interrumpió la entonada interpretación de Nacho, su hijo, quien a la vez cepillaba unos barrotes de madera que luego se transformarían en una cama.

-¡Muchacho! Pon atención, ¡mira!-, señalando con su dedo índice, Ángel captó la mirada del joven de 16 años. 

-¿Qué es eso, papá? 

Al centro de la mesa de trabajo cubierta de aserrín, había un envoltorio de papel de baño. 

-Es tu primera paga por trabajar conmigo-, respondió orgulloso Ángel, mientras lo miraba recoger el envoltorio con extrañeza, y después con mucha sorpresa y alegría, al contar unas decenas de monedas junto a un par de billetes. 

-¡Gracias, apá! 

Dicho esto, Nacho comenzó a ilusionarse cada vez más. Por fin, podría comprarse el costalito de sus sueños y, casualmente, todos los martes llegaban un par al abarrotes de Manuelito. 

-¡Mañana es martes! - gritó Nacho hacia adentro para esconder su gran emoción -'Íralo, ahí va lurio, por fin, se le va a hacer- decían sus hermanas.

Antes de acostarse, Nacho acercó unos pantalones, sus teguas y una camisa para no perder tiempo al despertar. Se recostó y comenzó a moverse pensando en lo mucho que iba a disfrutar ese costalito, que sería solo para él, no estaba dispuesto a compartirlo con nadie.

"Quiquiriquí"

Cuando el gallinero despertó, ya estaba listo y cambiado, sentado en la orilla del catre, viendo el amanecer por la ventana, mientras esperaba que el reloj marcara las 6:30 para ir corriendo al abarrotes. 

-¡Amá, veme enjuagando el sartén grande de peltre azul! 

Solicitar el uso de ese sartén tenía por condición cocinar en él un rico manjar; pero como Teresa conocía la ilusión de su hijo, empezó a buscarlo en el fondo del trastero.

Eran las 6:25 AM y Nacho ya estaba sentando en la banqueta contigua a la entrada del abarrotes de Manuelito. Dos minutos después, escuchó crujir la gran aldaba que aseguraba, por dentro, ambas puertas de madera verde.  

-¿Madrugaste, Nachito?- dijo el tendero, mientras se quitaba una lagaña con su mano derecha, y sostenía una taza de café con la izquierda. 

-¡Me voy a llevar uno!- dijo el joven, de manera determinante, mientras veía frente a él, justo debajo de la caja de chiles secos, dos costalitos brillantes de color café. 

-¡Y también me da 1 kilo de manteca de cerdo, por favor! 

Cuando Nacho llegó a su casa, encontró el sartén de peltre azul sobre la estufa, una tabla de picar, una cuchara y un cuchillo sobre la mesa, junto a una cajita roja con cerillos para facilitar el encendido del fogón.

Abrió el costalito de 5 kilos de papas, las enjuagó, las cortó en bastones, calentó bastante manteca y las frió hasta quedar doraditas, luego las escurrió y les echó sal. 

-Ve nomás, Martina, ¡qué rico se las está comiendo! 

Las hermanas lo veían desde lejos disfrutar las papas fritas y, a pesar de que se les hacía agua la boca, no le pidieron bocado alguno, puesto que su hermano ya había dicho que cuando ganara su primer sueldo se compraría el tan preciado costalito de papas para comérselo él solo.

Cuando los españoles llegaron a nuestro continente, descubrieron las papas y las llevaron a Europa donde fueron utilizadas como adorno.

Al principio, se comieron las hojas de la planta, las cuales, les causaban malestar; años más tarde, probaron el tubérculo, que posteriormente se convirtió en uno de los alimentos más consumidos en Europa durante la Revolución Industrial.

 

Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.

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