El regreso del diablo... sin tanto Prada
Por Primavera Fraijo
Esta semana, me llegó una noticia que me hizo arquear la ceja con estilo y escepticismo: ¡confirmada la película de "El diablo viste a la moda 2"!
Sí, la secuela de esa joya pop que nos enseñó dos cosas fundamentales: a temerle a Miranda Priestly y a nunca subestimar el poder de un abrigo lanzado sobre el escritorio.
Los fans están eufóricos. Twitter (sé que ahora es X) arde. TikTok ya tiene edits con Vogue, de Madonna. Pero yo... bueno, yo no puedo evitar pensar "¿de verdad leyeron el libro?"
Porque yo sí. Lo leí con emoción pura y genuina. Me lo regaló mi hermana mayor en cuanto salió y lo abracé como quien cree que está por reencontrarse con una exmejor amiga que ya sanó, maduró... y viene recargada. Error.
El segundo libro, "La venganza viste de Prada", de la escritora Lauren Weisberger, y cuyo título promete una especie de justicia literaria y fashionista, nos sitúa diez años después de que Andy huyó del purgatorio llamado Runway con el rímel corrido y la dignidad entera (aunque cojeando).
Ahora es editora de The Plunge, una revista de bodas cursi pero prestigiosa, que fundó junto a... chan, chan, chan... ¡Emily! Sí, esa Emily: sarcástica, neurótica, inolvidable. La misma que un día quiso asesinarla con un tacón y ahora es su socia. ¿Y amiga? Bueno, eso descúbranlo ustedes.
Andy está comprometida con Max, un hombre guapo, educado y millonario. Todo va bien, hasta que reaparece la sombra de nuestra icónica Miranda. Ya no como jefa infernal, sino como amenaza empresarial.
Resulta que Runway quiere comprar The Plunge y Miranda viene por lo que le pertenece. Otra vez.
El libro tiene sus momentos. Hay chispazos de ironía y una que otra frase filosa que recuerda por qué Weisberger fue la voz perfecta para narrar ese mundo despiadado.
Pero hay que decirlo: ¡le falta filo a este segundo tomo! Mucho. La prosa se siente más tibia que café de oficina a las 4 de la tarde. A ratos, pensé que lo había escrito otra persona... o la misma, pero con menos rabia y más ansiolíticos encima.
¿Lo recomendaría? Mmm... depende. Si vienes buscando el mismo veneno elegante de la primera entrega, te vas a topar con agua mineral sin gas. Pero si quieres reencontrarte con los personajes, aunque más mansitos y ligeramente desdibujados, puede que te arranque una sonrisa nostálgica.
Emily y Andy, ahora en modo team, son lo más divertido. Su relación es una especie de terapia compartida con sarcasmo incluido. Pero, irónicamente, ambas parecen menos empoderadas.
¿Y Miranda? Aparece poco. Pero cuando lo hace... oh, cuando lo hace, todo se sacude. Esa mujer no necesita estar para estar. Porque, admitámoslo, hay villanas, y luego está Miranda Priestly.
¿Es esta secuela necesaria? No. ¿Es entretenida? A ratos. ¿Merece una película? En mi opinión: ¡meh! Pero Hollywood no escucha a lectoras sarcásticas, con pocos seguidores y criterio literario exigente. Así que prepárense, porque el diablo está de regreso.
Y, si algo deja claro este libro, es que el verdadero diablo no siempre usa Prada. A veces, se disfraza de decisiones que juramos haber superado.
Y con eso, me retiro. ¡A reorganizar mi clóset y mis traumas!
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