La pieza mágica de Meche
Por @chefjuanangel
-¡Eulalia!, ¿cuándo vas a entender?
-¡Ay, amá!
-¡La máquina de coser no es mesa ni repisa!
-Pero, amá...
-¡Quita todo el mugrero de encima! Y sálganse todos del cuarto.
Contiguo al baño había un cuarto de ladrillo sin enjarrar, techo de lámina y piso rústico de cemento. Dicha habitación tenía tres fines: almacenar el tilichero, resguardar las ollas tamaleras y el más importante, ser el cuarto de costuras de Meche, la mamá de Eulalia.
Siendo la hija más pequeña, adoraba esas cuatro paredes rojizas que decían se parecían a las del castillo de un cuento de hadas, aunque el motivo real de esos pensamientos infantiles era lo que Meche hacía en esa máquina.
- ¡Ya te he dicho, Eulalia, si vas a jugar, hazlo detrás de la cortina!
El cuarto estaba dividido de pared a pared por una cortina que colgaba de techo a piso, confeccionada de poliéster guinda intenso.
Del otro lado de la cortina había una gran ventana alargada y enseguida una maceta repleta de colombinas que se entrelazaban en las patas de una máquina Singer de pedal resguardada en un mueblecito de madera ligeramente curvo que mediante un mecanismo giraba la máquina hacia atrás y quedaba descubierta encima de la base.
La máquina había sido un regalo de su abuela, quien a la vez la recibió de su mamá y así por cinco generaciones. Durante 100 años, el aparato solo había confeccionado la misma prenda, con los mismos elementos pero adecuados a los nuevos tiempos y estilos de moda.
-¡Eulalia ven!- la pequeña solo podía estar del otro lado de la cortina cuando su abuela estuviera también ahí, junto a la máquina.
-Mijita, tienes que aprender a usar la máquina y también a coser estas piezas mágicas.
Meche lo mostró a su hija.
-Recuerda, Eulalia, lo que nosotros hacemos solo va en las casas donde hay alguien que realmente, ¡adora la cocina!- la pequeña miraba con atención.
-Eulalia, lo que nosotros cosemos es una ayuda inigualable para las mujeres en la cocina- Meche la miró fijamente a los ojos mientras le recitó:
1. Soporta altas temperaturas.
2. Limpia manos y hasta caritas sucias.
3. Es medio de almacenamiento y transporte de víveres (huevos, verduras, etc.).
4. Ayuda a encender el fuego de la hornilla.
Y acercándose más a Eulalia, su mamá remató: "Además, cuando te lo pones suceden cosas maravillosas y sabrosas en la cocina, y cuando te lo quitas es la señal de que todos vamos a la mesa".
Los mandiles ya se usaban en el antiguo Egipto, los portaban en banquetes solemnes para preservar sus vestidos, así como nosotros lo hacemos cuando vamos a cocinar.
Si hace falta uno en casa, quizá sea un poco triste y preocupante.
Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.