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La que escribe, la que arde

"Una vez me dijeron que yo no sabía amar. Que solo sabía escribir. Y sí. Es cierto". Lee la nueva columna de Primavera Fraijo.

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por Primavera Fraijo

28/05/2025 17:20 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 28/05/2025

Por Primavera Fraijo

No sé en qué momento me volví "la mala".

Tal vez fue cuando empecé a decir lo que pensaba. O cuando dejé de pedir perdón por sentir. Quizá, fue cuando, después de una discusión que me desgarró, elegí cerrar la puerta con llave, en vez de quedarme esperando a que él volviera a abrirla.

Porque eso es lo que siempre esperan, ¿no? Que una aguarde. Que aguante. Que lo entienda todo... incluso lo que duele.

Una vez me dijeron que yo no sabía amar. Que solo sabía escribir. Y sí. Es cierto. A veces, cuando el pecho no me da para más, escribo para no gritar. Para no correr. Para no mandar todo al carajo.

Porque cuando redacto, al menos, soy yo la que elige las palabras. Y no ellas a mí.

Durante mucho tiempo, me creí el papel que me adjudicaron. La egoísta. La complicada. La que no supo sostenerlo.

Pero, con los años, empecé a mirar las cosas desde otro lugar. Desde uno menos culpable y más honesto. Comencé a ver cómo tantas veces, en diversas historias, a nosotras nos escriben desde afuera. Nos narran. Nos moldean. Nos callan.

Y entendí que mi voz también merecía un espacio. Incluso si incomodaba.

Por eso, cuando leí "¿De quién es la culpa?", de Sofía Tolstaia, sentí algo parecido a la justicia. A la reparación.

No es una novela común. Es una herida abierta. Una respuesta, o más bien una réplica feroz, que Sofía creó contra el discurso de su propio esposo, el famosísimo León Tolstói, en "La sonata a Kreutzer", donde justificaba el asesinato de una mujer con la excusa de los celos.

Sí. Del genio Tolstói. El venerado. El contradictorio. El que escribió sobre la compasión mientras destruía lentamente a su pareja.

Sofía no redacta con ira, sino con claridad. Con esa clase de dolor lúcido que únicamente las mujeres saben traducir en literatura.

Su protagonista no es una invención, es un espejo. En ella vuelca la soledad de las féminas brillantes que no encajan en los moldes. La asfixia del matrimonio, el peso de los hijos impuestos, la desigualdad emocional y el silencio que mata.

Hay frases en este libro que no se subrayan, se encarnan. Se quedan flotando como preguntas sin respuesta, como verdades incómodas que ya no pueden ocultarse debajo de la alfombra.

La cuestión del título: "¿De quién es la culpa?", resuena como un eco familiar. Porque... cuántas veces nos hemos hecho esa misma pregunta cuando algo se rompe. Y cuántas veces la culpa ha caído, casi automáticamente, sobre nosotras.

Por sentir demasiado.

Por esperar algo más.

Por atrevernos a decir que no.

Sofía Tolstaia, a quien la historia redujo a pie de página, levanta aquí una voz que es mucho más que literaria: ¡es una voz necesaria!

No busca perdón. No se justifica. Solo escribe.

Y en su escritura hay una fuerza que quema, que duele... pero que también libera.

Tal vez no se trata de ser la buena o la mala del cuento.

Tal vez se trata de escribir el propio cuento.

Aunque tiemble la mano. Aunque incomode. Aunque arda.

 

 

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