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El trazo oscuro de José Madero

El universo creativo de José Madero no se limita a la música. Lo suyo también es escribir. Lee la nueva columna de Primavera Fraijo.
José Madero Instagram: @jose_madero
Primavera Fraijo 16-10-2025

Por Primavera Fraijo

Criticado por muchos y admirado por otros tantos, el siempre polémico José Madero volvió a pisar suelo sonorense con Sarajevo La Gira.

El regiomontano, conocido por ser el exvocalista de Pxndx, y por una que otra controversia, ha demostrado que su universo creativo no se limita a la música. Lo suyo también es escribir. ¡Sí, escribir! Y lo hace con una pluma tan peculiar como su voz.

Madero tiene cuatro libros publicados. Dos de corte autobiográfico y reflexivo: "Pensándolo bien, pensé mal" (2015) y "Odio odiar" (2016). Y otros dos de ficción, inclinados al suspenso con tintes de terror: "Pesadillas para cenar" (2018) y "Los abominables dibujos de Emilio Fors" (2022).

Como he dicho en otras columnas, soy admiradora de "Pepe". Me gusta su melancolía, su forma de escribir canciones que duelen bonito. Y sí, compartimos una debilidad: ambos somos devotos de la pluma de Stephen King. 

Esa fascinación por el maestro del horror se asoma en sus letras, en sus videos y, por supuesto, en sus libros.

Aprovechando que estamos en el mes más terrorífico del año, su reciente visita a Sonora y mis ganas de que lo lean más allá de los prejuicios, hablemos de "Los abominables dibujos de Emilio Fors".

A primera vista, parece un relato sencillo. Pero no lo es. Se clava despacio, como un dibujo que no se borra ni cerrando los ojos.

Vizcaíno, el mismo que suele vestir de melancolía al rock, se atreve aquí con una historia para lectores jóvenes, aunque con una madurez emocional que descoloca. Y lo hace bien.

No es un libro infantil disfrazado de terror, sino una exploración del miedo como emoción humana. Ese miedo que aparece cuando uno empieza a crecer y no sabe cómo nombrar lo que siente.

Emilio Fors es un chico común. No tiene poderes, ni maldiciones heredadas. Solo una vida complicada (¿quién no?), una soledad que pesa y un talento que se vuelve condena: dibuja lo que sueña.

Y sus sueños, claro, son cualquier cosa, menos amables.

Lo que ocurre en ellos comienza a filtrarse en la realidad. Los rasguños, los golpes, el miedo. Lo fantástico no entra por la puerta grande, sino por las grietas de la mente.

Hay algo profundamente triste en Emilio. En su intento por entender el mundo sin lograrlo del todo. En los adultos (la madre, la maestra, el psicólogo) que terminan siendo espejos torcidos de la incomprensión.

Pero también hay luz. Julieta, su amiga, encarna ese consuelo que todos merecemos. Alguien que te ve incluso cuando tú preferirías desaparecer.

Madero escribe con claridad, sin adornos innecesarios, pero con una atmósfera que se espesa como un mal sueño. 

El horror aquí no nace de monstruos ni fantasmas, sino del miedo a no ser escuchado. Y eso, para un niño (y para cualquiera que alguna vez lo fue), es más aterrador que cualquier criatura imaginaria.

Lo más interesante de la novela es cómo equilibra lo oscuro con lo sensible. No busca asustar por asustar, sino incomodar lo justo para hacernos pensar: ¿qué pasa con todo lo que reprimimos?, ¿qué forma toma lo que no decimos? A veces, quizá, se convierte en dibujo. Como los de Emilio.

Sin soltar "spoilers", el final es de esos que te dejan en silencio unos segundos. No por el dramatismo, sino por su precisión. Cierra y deja una grieta abierta, como todo buen cuento de miedo.

"Los abominables dibujos de Emilio Fors" no es solo una historia sobre el terror, sino sobre el arte como desahogo. Sobre esa línea fina entre lo que imaginamos y lo que somos capaces de materializar.

Es, también, una puerta de entrada al universo literario de José Madero, donde la oscuridad nunca es gratuita, tiene propósito, tiene alma.

Es un libro breve, ágil, que se lee en una tarde... pero se queda rondando varios días.

Y ahí está su acierto, en esa persistencia. En esa sensación inquietante de que, tal vez, todos llevamos dentro un dibujo abominable que aún no nos atrevemos a mirar.

 

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