La jarrilla mitotera
Por @chefjuanangel
-Me da un cuartito de harina, Abelino, nomás pa'la espesura.
-Va a ser un peso y veinte centavos, Chalía. ¿Se lo apunto?
-Creo que aquí traigo unas moneditas.
Y mientras Chalía vaciaba las monedas de un cucurucho de papel, "La Aurelia" hacía sonar unas jabas de madera con sus uñas en señal de desesperación.
-¡Cúanta monedita pequeña trae, comadre!- dijo Aurelia mientras hacía fila para pagar.
-Y qué gran manjar va a espesar- agregó con "jiribilla" la susodicha; pero Chalía era de pocas pulgas, además de excelente cocinera.
-¡Mire comadre Aurelia, le voy a mandar una jarrillita con Jacinto, en cuanto salga de la escuela le diré que se la lleve, a ver qué gran manjar me manda usted de vuelta!- a punto de terminar la frase, Chalía tomó la bolsa, se acomodó el rebozo y salió gritando las últimas palabras desde la calle.
Aquello era un duelo a muerte, aunque Aurelia llevaba más las de perder, pues su sazón no era el mejor; pero tenía un celo muy grande a su comadre Chalía, quien en varias ocasiones la había invitado a cocinar juntas.
-Ay, comadrita Chalía, cómo cree, son recetas de familia- era lo que siempre respondía Aurelia, una mujer tan celosa y egoísta que temía compartir sus recetas.
Cuando Aurelia llegó a su casa, bebió un vaso de agua de un solo sorbo y comenzó a cortar calabaza, elote, papas y una serie de vegetales, luego, de un hachazo partió un hueso en trozos, dispuso todo en una olla con agua, sal, especias y cocinó por unas horas.
Clan, clan, clan, clan...
Desde la cocina de Aurelia se escuchaban las campanadas que indicaban la salida de clases en la primaria Félix Romero.
-¡Madre del creador, ya va a llegar Jacinto!- exclamó Aurelia, mientras destapaba la olla para rectificar el sazón del caldo.
-Doña Aurelia, buena tarde, soy Jacinto- a los 10 minutos de haberlo "invocado", el pequeño había aparecido montado en su caballo de palo con una jarrilla mediana de peltre azul cielo.
-Dijo mi amá que aquí le pusiera el gran manjar- ordenó el menor.
Aurelia dispuso una segunda cacerola sobre la estufa y cuando vació el caldo de garbanzos que le había mandado Chalía...
-¡Ay, Jesucristo, me equivoqué de olla!- en su nerviosismo se había equivocado de olla, cuando vio su caldo de verduras con hueso mezclado con la sopa de garbanzos de Chalía, comenzó a sudar a chorros, pero con su astucia llenó la jarrilla con él y la envió de vuelta.
A la mañana siguiente, se encontraron de nuevo en la tienda de Abelino.
-Comadre Aurelia, qué sabroso le quedó su caldito de verduras, jamás me lo hubiera imaginado sin esos garbanzos sabrosos- dijo Chalía sonriente.
-Ay, es que ya sabe cómo son las jarillas mitoteras, todo le dicen a uno-, Aurelia se quedó helada mientras Chalía tomaba su bolsa, acomodaba su rebozo y salía tranquilamente.
Transportar y compartir comida en jarrillas es parte de una tradición de muchos pueblos, muchas de las despostilladuras de estos trastes se debían a los accidentes que sucedían durante el camino.
No debemos olvidar que, compartir lo que sabemos y cocinamos no solo va lograr la perpetuación de una receta, sino que nos llenará de nuevos conocimientos, los cuales, pueden terminar en grandes sorpresas, por ejemplo, una nueva amistad.
Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.