
25/07/2025 13:53 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 25/07/2025
Por Manuel Valenzuela V.
El sábado 21 de junio el mundo se vio impactado por el ataque de la aviación de los Estados Unidos a las instalaciones nucleares de Irán usando el arma más letal no nuclear con que cuenta, las bombas anti-búnker subterráneos. Se informa que participaron 125 aviones estadounidenses y que se lanzaron 14 bombas de más de 13 toneladas de explosivos cada una.
Con esta acción EU se involucró directamente, sin la autorización del congreso, en la guerra entre Israel contra Irán. Trump prometió en su campaña que EU no se involucraría en nuevas guerras y que acabaría con las existentes. Por lo pronto ya incumplió a sus electores.
Al momento de escribir esta nota la información de las agencias de noticias internacionales empieza a fluir, pero la batalla por ganar la narrativa está en marcha. Como era de esperarse, Donald Trump y los principales funcionarios de su administración han catalogado la acción como un gran éxito y que se ha logrado destruir completamente las plantas de procesamiento de uranio con que contaba Irán, pero al momento no se han ofrecido pruebas en tierra de que eso sea cierto.
Por su parte Irán ha declarado que responderá a la agresión en uso de su legítima defensa atacando los intereses de los países agresores y sus aliados. Por lo pronto ya respondió con una nueva oleada de misiles sobre Israel, varios de los cuales burlaron de nuevo el llamado escudo de acero y alcanzaron sus objetivos en la ciudad de Tel Aviv. Las múltiples bases militares estadounidenses en los alrededores del Golfo Pérsico están en máxima alerta, pero aún no han sido atacadas por Irán.
De lo que si no hay duda es de que el conflicto de Medio Oriente se ha extendido y las consecuencias aún no las conocemos con exactitud. Sin embargo, éstas pueden ser muy grandes no solo para la estabilidad política y militar de esa zona sino para el mundo en su conjunto y la economía en particular.
Esta mañana de domingo la prensa internacional está informando que el parlamento iraní aprobó el cierre del estrecho de Ormuz, aunque la última palabra la tiene el máximo líder, el ayatola Jamenei. Hay que recordar que por ese estrecho pasa una quinta parte del petróleo y el gas que se comercializan en el resto del mundo, ya que es la principal salida al mar de grandes países productores tanto de petróleo como gas natural licuado como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Kuwait y el propio Irán.
De cerrarse el estrecho de Ormuz se produciría un choque de oferta al mercado petrolero y de gas natural del mundo impactando de manera considerable a los precios de ambos insumos y reactivando la inflación a nivel internacional. Los analistas de Morgan Stanley y otros paneles de expertos señalan que los precios del petróleo pudieran elevarse por encima de los cien dólares y llegar hasta los 120 y 130 dólares por barril en caso de cerrarse el estrecho de Ormuz. Una complicación adicional pudiera venir si la guerra se extiende y es atacada la infraestructura petrolera de Irán o los gasoductos que transportan el gas a las plantas de licuefacción de los puertos del Golfo Pérsico.
La cadena de afectaciones a la economía podría extenderse si los bancos centrales advierten signos de repunte inflacionario y suben las tasas de interés de referencia, lo que trasladaría el efecto a los mercados financieros y a la producción mundial recortando aún más las perspectivas de crecimiento del PIB e incluso amenazando con una recesión.
La revista The Economist incluye entre las posibles acciones de represalia de Irán las siguientes: el bloqueo del estrecho de Ormuz ya mencionado; el ataque a instalaciones petroleras y/o gasoductos de Arabia Saudita u otros aliados de EU en la región; ataque a bases militares estadounidenses con aviones no tripulados y drones; ataque con misiles a edificios simbólicos de países petroleros aliados de EU como Catar, Kuwait o los Emiratos Árabes Unidos; nuevos ataques de Hezbolá a Israel o de los Huties a barcos que se dirijan o salgan del Canal de Suez; y, desde luego, potenciales ataques terroristas en suelo estadounidense o en sus embajadas.
Otra dimensión del problema, la geopolítica del Medio Oriente ante una eventual capitulación de Irán como Trump lo demanda, o simplemente con la aceptación de un acuerdo de paz donde renuncie al programa nuclear. El escenario más probable sería el que Israel se consolide como la única potencia regional, lo que no es de ninguna manera deseado por los países árabes amigos de EU, pero enemigos históricos de Israel.
Esta opción tampoco sería bien vista por Rusia, aliado histórico de Irán, pero ahora imposibilitado de actuar contra EU por su compromiso con Trump a cambio que le deje las manos libres para apoderarse de Ucrania. Tampoco parece ser bien vista esta opción por China que también mantiene alianza con Irán.
Por otro lado, según analistas de CNN y de The Economist, es probable que Irán saque como una de sus principales conclusiones de estos ataques de Israel y Estados Unidos es que verdaderamente necesita lograr la bomba nuclear para poder asegurar una paz duradera en la zona como la logró Corea del Norte una vez que la obtuvo. En este caso -afirman los analistas- sin importar lo que firme, Irán va a seguir trabajando en ese programa hasta que lo logre.
Finalmente, aunque el vicepresidente Vance declaró que no pretenden la caída del régimen de la República Islámica, Trump coquetea con esa idea. Sin embargo, ese objetivo sólo podría lograrse de dos maneras: con una rebelión interna en Irán que deponga al régimen actual, o con una invasión terrestre con soldados israelitas y estadounidenses.
Pero esta última opción es poco probable porque costaría miles de vidas de soldados estadounidenses y a la larga sería tan inútil como las invasiones a Afganistán e Irak por mencionar solamente los casos más recientes, pero podría también agregarse Corea y Vietnam. Una iniciativa de esa naturaleza difícilmente sería aprobada por el congreso después de los fracasos anteriores.
Veremos lo que sucede en los próximos días para tener una mejor idea si nos encaminamos a una desescalada del conflicto una vez debilitado el régimen y supuestamente eliminado el programa nuclear o, por el contrario, el conflicto escala a una guerra regional primero y -quizá- a un conflicto global.