03/11/2025 18:36 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 03/11/2025
Por @chefjuanangel
-Mamita linda, querida, ¿quién la quiere a ella?
-Bájate, María Magdalena, ya te dije que no tengo dinero.
Como cada mañana, la pequeña María Magdalena iba a la cocina con su abuela, luego al corral con su papá y después remataba con su madre tratando de obtener un peso con cincuenta centavos.
-Buenos días, doña Celia, qué guapa amaneció hoy, ¿no necesita un mandado más tarde?, le cobro barato: un peso con cincuenta centavos.
-Cómo luce, don Panchito, ¿no tendrá un pesito con cincuenta centavitos que me preste?
Camino a la escuela, Magdita seguía buscando a toda costa el dinero necesario para poder comprar "La gloria de don Miguel".
A las 5 de la mañana en punto, don Miguel tomaba su triciclo y cruzaba la ciudad en búsqueda de las mejores tortillas de maíz, que estaban a media hora de camino desde su casa.
Tan tan taaan tan.
De lunes a sábado, a las 7 am sonaban puntualmente las campanas de la secundaria que estaba frente al abarrotes de don Miguel, en ese momento aparecían los últimos en llegar que entraban casi de suerte a la escuela.
-Don Miguel, guárdeme una gloria por favor- gritó Magdita mientras se escabullía por la puerta de la escuela a punto de cerrar.
-Primero lo vendido y luego lo fiado- contestó don Miguel moviendo la cabeza con una sonrisa.
-Miguel, tráete el canasto, ya están secas- doña María, su esposa, juntaba tortillas deshidratadas de un catre de lona, sí, de esos para dormir, pero este solo era usado con fines alimenticios.
-Y tráete las tortillas que acabas de comprar- agregó.
En un gran catre, María y Miguel extendían 100 tortillas de maíz recién hechas; bien acomodadas, sin tocarse una con la otra, las dejaban secar durante todo un día bajo los rayos de sol; y por la noche, el viento caliente del desierto terminaba de cocinarlas; a la mañana siguiente estaban listas para ser vendidas.
-Miguel, pásame el agua hervida.
En una pequeña cubeta verde, María vació el agua, agregó unos toques de sal, bastante chile colorado molido y mezcló con una palita de madera.
Tan tan tan.
A las 10:30 de la mañana, volvían a repicar las campanas de la secundaria, era hora del recreo, y como avalancha humana salían todos y cruzaban la calle directo al abarrotes don Miguel.
-Yo quiero dos- todos ansiaban "La gloria de don Miguel".
Frente a la puerta del abarrotes, había dos filas: primero quienes podían pagar, después los que pedirían fiado.
-¡Seguimos con los fiados, me quedan 30 glorias!- gritó el dueño.
-Ay, Diosito, Diosito, por favor que alcance una- dijo Magdita.
-¡Se acabaron!- anunció el señor justo antes de que Magda pasara.
-¡Chintehuas! Ya no me tocaba- exclamó la pequeña de 7 años.
Una vez que todos habían regresado al patio de la escuela, don Miguel se acercaba por el cerco y gritaba.
-Magdita, mijita, te guardé una.
Cada vez que podía, le guardaba una tostada embarrada de chile.
-¡Ay, esto sabe a gloria!- exclamaba la pequeña a la primera mordida.
Todos debiéramos tener uno o varios alimentos que nos sepan a gloria, ya sea por el sabor, el recuerdo que nos atrae, la sensación que causa en nuestros sentidos o la novedad que acabamos de descubrir.
A ti, ¿qué alimento te sabe a gloria?
Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.