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México baila al ritmo de los plazos

Presumir logros inexistentes es el reflejo de que el gobierno no tiene una estrategia alternativa a la guerra económica instrumentada por Trump.

Claudia Sheinbaum/Donald Trump
Claudia Sheinbaum/Donald Trump Archivo

por Alberto Vizcarra

06/08/2025 13:52 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 06/08/2025

Por Alberto Vizcarra Ozuna

Hay una especie de resignación en el gobierno de Claudia Sheinbaum. Al admitir que estamos en el peor de los mundos posibles, deciden adherirse a él y presumir logros bajo el juego retórico de que las cosas podrían ser peores. Así lucieron la presidenta y su secretario de Economía, en la mañanera del viernes 1 de agosto, cuando celebraron los noventa días de gracia otorgados por Donald Trump para no incrementar aranceles. Se hace la celebración, no obstante que permanece la daga enterrada con el 25 por ciento de tarifas en autos y el 50 por ciento en aluminio, acero y cobre.

Una vez que se admite la lógica del abusivo -si no incrementa los golpes- consideras que obtuviste un logro. Lo peor es presumir habilidades persuasivas sobre el pegalón, cuando este te promete que recibirás la misma dosis durante noventa días, con la amenaza de que después de ese tiempo el castigo puede aumentar.

Presumir logros inexistentes, como lo hizo la presidenta y el secretario de Economía, es el reflejo inequívoco de que el gobierno no tiene una estrategia alternativa a la guerra económica instrumentada por Trump. Están bailando al ritmo de los tiempos impuestos por el presidente norteamericano, quien después de concluida la llamada de ese mismo viernes, además de afirmar que se mantenían los aranceles, reveló en sus redes sociales que México eliminaría en forma inmediata las barreras comerciales no arancelarias que ponen cuotas y licencias de importación a productos para proteger la producción nacional.

En su mensaje Trump subraya que tal medida se instrumentará inmediatamente, esto es que no hay noventa días de plazo para revisarlas como lo quiso hacer creer el gobierno de México. Lo cual implica que se hará aún más holgada la importación de productos norteamericanos, a los que se les quitarían regulaciones sanitarias y fitosanitarias; además de eliminar requisitos en telecomunicaciones para las empresas extranjeras con accesos preferenciales a empresas norteamericanas. Esto no excluye desregulaciones en el sector energético, que le asegure a compañías foráneas operar plantas de energía o importar combustible, lo que facilitaría un acceso más amplio al mercado mexicano y un desplazamiento de PEMEX y la CFE.

Algunas de estas medidas se instrumentaron de facto en el renglón de los alimentos durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien encubierto en la lucha contra la inflación, estableció la quita de barreras fitosanitarias a granos y productos alimenticios, dejando en manos de los mismos corporativos importadores la supervisión sanitaria de los productos que entraron al mercado nacional. Lo que López Obrador hizo coyunturalmente, Trump pretende imponerlo en forma ampliada y permanente.

Se requiere una dosis de ternura para admitir el discurso de la presidenta, cuando presenta como otro logro la permanencia del TLCAN-TMEC, un esquema comercial diseñado para hacer de México una proveeduría de mano de obra y materias primas baratas. Trump está disolviendo el tratado, no para revertir sus perniciosas políticas sobre México, sino para profundizarlas en su megalómano e ilusorio deseo de que el mundo termine ajustado a la premisa de que "Estados Unidos es primero".

Toda política de expansión imperial, reclama sus "guerras púnicas". La estructura misma del sistema del dólar, después de su ruptura con Bretton Woods (1972), pasó a soportarse en la especulación y en una deuda impagable, que para mantenerla a flote exige el despliegue militar y la guerra, la inducción de procesos de desestabilización y cambios de régimen sobre las naciones deudoras. Irónicamente, Estados Unidos es el epicentro de la crisis de la deuda global. En términos absolutos es la nación más endeudada del mundo, lo cual los empuja a profundizar esquemas de saqueo y acumulación sobre las naciones dependientes.

Esta realidad desespera y pone frenético al gobierno norteamericano. La adicción ideológica de Trump al dinero, como el objeto que puede comprar todos los objetos, lo lleva a creer en este como un instrumento de condición omnipotente. Lo que le ha servido como mediador de su vida lo quiere imponer como la mediación de la relación con las demás personas y países. De ahí le viene su fijación por los aranceles como fuente de ingresos monetarios para administrar la insostenible carga de la deuda pública.

En ese frenesí, a Trump le queda chico el TLCAN-TMEC. No quiere ninguna instancia, ni siquiera de simulación, para que México termine de constituirse en un banco incondicional de flujos de liquidez, de materias primas y la toma completa del mercado nacional por parte de los corporativos comerciales que cada vez estrechan más sus acuerdos con el gobierno de México.

La presidenta Sheinbaum insistentemente presume tener la cabeza fría ante esta situación compleja. También insiste en que está evitando la confrontación con Trump, al mismo tiempo que alega defender la soberanía. Al gobierno norteamericano no le preocupan los discursos, le preocupan las acciones soberanas, a las que sin duda considerarían como actos de confrontación.

Es momento de que el gobierno mexicano entienda y valore el costo que tiene "evitar la confrontación". Estamos perdiendo nuestro mercado nacional, terminando de desaparecer los vestigios del empresariado, desplazando a los productores, profundizando la dependencia alimentaria y perdiendo espacios territoriales a manos de los ejércitos privados del crimen organizado. Estamos pues, perdiendo soberanía.

 

 Desde el Valle del Yaqui, Ciudad Obregón, Sonora 6 de agosto de 2025