
13/10/2025 20:40 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 13/10/2025
Por @chefjuanangel
-Jesusito, ¡ya es hora!
-Espérate, Sarita, aún no consigo el polvito.
-¡Ay, Jesusito! ¿Por qué no te lo robaste anoche?
-Cállate, Sara Guadalupe, te va a escuchar mi amá, anda en el lavadero.
La pequeña Sarita cargaba un morral de lona confeccionado por su mamá. Dentro de él transportaba un baldecito de plástico y una cuchara grande.
-Listo, ya tengo el polvito- gritó Jesús María, en voz baja, con las mejillas sonrojadas y la mirada derretida de amor.
-¡Apúrale, pues, ya se va empezar a meter el sol!
De la bolsa trasera izquierda del pantalón de mezclilla de Jesusito, se entreveía un envoltorio color morado, mientras corrían tomados de la mano.
-¡Suéltame la mano!, ahí está la Aurelia, le va decir a mi mamá- ordenó Sara temerosa.
Cuando cruzaron la banqueta de la susodicha, volvieron a entrelazar sus deditos.
-Ve los chamacos baquetones- dijo Aurelia, mientras los espiaba detrás de las cortinas de la sala.
Sarita y Jesusito tenían apenas 7 años, y ya llevaban 2 meses de novios. Cada tarde, salían corriendo a jugar debajo de Felipe (el mezquite más grande de Huépac).
Lo que todos ignoraban, era que debajo de aquel árbol se tomaban de la mano propinándose tiernos y pequeños besos en las mejillas.
-Hola, Felipe, ya llegamos- avisaban ambos al mezquite y éste movía sus ramas con el aire.
-Jesusito, agarra la cubeta y vete al río- ordenó ella emocionada.
El terreno que rodeaba el tronco de Felipe estaba lleno de hoyos, la tierra parecía un cráter de tantas veces que Sarita había escarbado la tierra con su cuchara.
Cada vez que Chonita, la tía de Jesús, venía "del otro lado" le traía un polvito, mismo que era el culpable de tantas excavaciones, pues su preparación indicaba agua fresca y más de 4 cucharadas de tierra bien finita.
-Sarita, aquí está el agua- con una mano levantada, el pequeño corría subiendo la cuesta del río mientras con la otra cargaba la cubeta con agua.
-Una, dos, tres, ¡cuatro!, ahora saca el polvito.
La menor midió escrupulosamente cuatro cucharadas de tierra, a la que ya le había retirado las piedras grandes, y vació el fino polvo en el agua revolviendo con la misma cuchara; su pareja sacó el envoltorio morado de su pantalón, arrancó la parte superior y se asomó para oler el polvo de color morado.
-Dámelo, ¡lo vas a tirar!- ordenó, arrebatándoselo con sus manitas, luego lo vació sobre el agua con tierra y mezcló, aquello parecía un espeso champurrado de uva.
-Toma tú primero, Sarita- invitó compartiéndole la cubeta.
Después de tres grandes sorbos, se la pasó a Jesús quien también bebió largos tragos de la deliciosa agüita de amor, tal como le decían las dos criaturas enamoradas.
Los niños y mujeres embarazadas son quienes más comen tierra. Incluso, en algunas partes de África se vende para consumo humano, a lo cual, se le conoce como geofagia: el hábito de comer tierra.
Estoy seguro que conocemos a alguien que ha comido, o quizá nosotros mismos ya la hemos saboreado, pero lo más seguro es que solo dos personas en este planeta la han consumido en forma de agüita de amor.
Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.