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La mercancía de Eloisa

Lee la nueva columna del Chef Juan Angel Vásquez

Piñata
Piñata Archivo

05/05/2025 19:50 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 05/05/2025

@chefjuanangel

-Comadrita, mire, ahí va la Eloisa-, susurró Queta, mientras veían a la susodicha haciendo fila para tomar la comunión.

-Que no se nos vaya a ir, vamos a esperarla por la puerta de al lado. 

Queta y Angelita se impostaron una a cada lado de la entrada en el momento que Eloisa se acomodaba el velo en la cabeza, propio de una mujer respetuosa y católica que iba a misa cada domingo, a las 5 am, no volvía a salir de su casa en toda la semana y solo recibía gente para entregar la mercancía los jueves por la tarde.

-Eloisa, Eloisita, ¿cómo te va?-, ambas caminaban a paso veloz persiguiendo a la mujer en cuestión que, en silencio y a largas zancadas, atravesaba la plaza.

-¿Cuántas van a querer?-, dijo Eloisa entre dientes.

Queta y Angelita se miraron a los ojos y dijeron al unísono: "Dos, por favor". Queta confirmó. 

-Serán dos para el 8 de diciembre, es el cumpleaños de los cuates.

Era apenas 9 de agosto, pero así eran las reglas de Eloisa, mínimo con 4 meses de anticipación. Era 1950, ese año fue el más exitoso. Tenía pedidos y más pedidos

-Graciano, vamos a necesitar más tierra colorada, y vete a la milpa de Merancio para que agarres unos 4 sacos de boñiga.

El tal Graciano era el prototipo de hombre trabajador y servicial, además, sentía cierta admiración por Eloisa.

-Pa'l viernes, señora Eloisa, pa'l viernes tiene todo en el corral.

Graciano necesitaba un día completo para excavar las faldas del cerro que estaba junto a la cañada para extraer tierra que, posteriormente, transportaba en costales sobre el lomo de una mula. 

Al día siguiente, iba a la milpa de Merancio, la cual, tenía unos corrales contiguos llenos de vacas.

El trabajo de Graciano consistía en escoger solo las piezas secas de boñiga para que pudieran arder junto a la leña en el hoyo donde Eloisa cocinaba su mercancía. 

Todos los días, Eloisa comenzaba su jornada a las 4:30 de la mañana. Amasaba tierra con agua, sacaba una gran bola que aplanaba y luego levantaba dándole forma de una gran esfera. Hacía dos orificios en la abertura superior y después de dejarla secar, la horneaba por unas horas, momento que aprovechaba para hacer una nueva. 

Eloisa solo hacía tres ollas diarias, aun cuando su jornada terminaba a las 10 de la noche, aquel era un trabajo minucioso, paciente y muy artesanal, hecho con las mismas ganas con las que la rompían a palos una vez que eran transformadas en piñatas para alegrar el día a algún cumpleañero. 

 

La piñata es una tradición mexicana que sigue vive y traspasa fronteras. La elaboraron por primera vez los frailes agustinos en 1586, se trataba de una olla de barro forrada con papel de colores llamativos para representar los placeres superfluos, con siete picos, uno por cada pecado capital. 

Acolman, Estado de México, es el lugar que la vio nacer y ahí, cada año, se lleva a cabo la Feria de la Piñata.

 

Chef Juan Angel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.