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La urgencia de los instantes

Nadie tiene el futuro garantizado. Y quizá lo único verdaderamente urgente sea atrevernos a vivir... Lee la nueva columna de Primavera Fraijo.
Dátiles. Archivo
Primavera Fraijo 27-08-2025

Por Primavera Fraijo

Que yo recuerde, nunca he muerto. No sé qué pase por la mente cuando el final llega a tu puerta.

Pero sí he visto partir a más personas de las que me gustaría. Entre ellas, mi madre.

La última semana de su vida fue un caos de visitas y voces. Mucha gente, mucho ruido.

Sin embargo, su última noche fue distinta. Una especie de conjuro íntimo que solo ella pudo inventar.

Sin entrar en detalles, basta con decirles que mamá supo hacer una pijamada únicamente con mis hermanas y yo.

Pasamos despiertas toda la noche. Platicando, riendo y ella comiendo dátiles. Sus ojos, grandes como siempre, parecían más atentos que nunca. Y aunque no lo dijo, yo sabía que se estaba despidiendo.

Toda esa madrugada, antes de irse, eligió pasarla con sus tres hijas. Con sus tres mejores amigas. Juntas, solas, herméticas. Cómplices, como siempre.

Ese recuerdo vino a mí después de leer "Al final mueren los dos", de Adam Silvera.

Un libro que, de entrada, parece un spoiler viviente: dos chicos reciben la llamada que anuncia su última jornada en este mundo. El título lo confirma. 

¿Por qué leer entonces algo cuyo final ya conocemos? La respuesta está en el trayecto. En lo que ocurre entre la primera página y la última respiración.

Mateo y Rufus, los protagonistas, se conocen justo en ese último día. Y aunque la tecnología es el pretexto, lo esencial es cómo dos desconocidos descubren la valentía de vivir cuando ya no hay mañana. 

La narrativa del escritor es ágil, ligera, pero punzante. Te obliga a preguntarte sin rodeos: si supieras que hoy es el último día, ¿a quién llamarías?, ¿qué abrazos no postergarías más?, ¿qué verdades dirías por fin en voz alta?

Lo que parece una historia de muerte se convierte en una celebración de la vida. En una invitación a dejar de posponer. 

Porque nadie tiene el futuro garantizado. Y quizá lo único verdaderamente urgente sea atrevernos a vivir... aun sabiendo que el final está escrito desde siempre.

Un libro breve, tierno y devastador. Como esas noches que se vuelven eternas porque alguien, antes de irse, decide regalártelas.

Porque incluso cuando la muerte llega puntual a su cita, los recuerdos se hacen inmortales... como dátiles dulces en una mesa que ya nadie olvida.

 

 

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