
por Redacción
27/05/2025 18:41 / Uniradio Informa Sonora / Salud / Actualizado al 27/05/2025
Calzar a los bebés es una práctica común en muchas culturas, vista como un acto de cariño, protección o incluso un toque estético para sus atuendos.
Sin embargo, lo que parece un gesto inocente puede tener consecuencias negativas para el desarrollo saludable de sus pies.
Especialistas en pediatría y podología advierten que usar zapatos en bebés que aún no caminan puede alterar significativamente el crecimiento natural de sus estructuras musculoesqueléticas.
Los pies de los recién nacidos están formados principalmente por cartílago, un tejido blando y maleable que se convierte en hueso mediante un proceso conocido como osificación, el cual no finaliza hasta los 6 o 7 años en algunas partes del pie.
El uso de calzado rígido o apretado en esta etapa puede modificar la alineación, limitar la movilidad y afectar el desarrollo natural del pie.
Una radiografía viral de los pies de un bebé de 10 meses ha ilustrado esta vulnerabilidad, mostrando amplias zonas de cartílago no osificado, lo que resalta el riesgo de someter estas estructuras a presiones innecesarias.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) es clara en sus recomendaciones: "Los bebés que no caminan no deben usar zapatos, salvo que sea estrictamente necesario para proteger los pies del frío o de superficies ásperas".
En tales casos, se sugieren calcetines o botines suaves que respeten la forma natural del pie.
Caminar descalzo durante las fases de gateo y primeros pasos es altamente beneficioso, ya que fortalece músculos y articulaciones, mejora el equilibrio, la coordinación y la propiocepción, es decir, la capacidad del cuerpo para percibirse en el espacio.
El contacto directo con diferentes superficies también estimula el desarrollo sensorial y ayuda al cerebro a perfeccionar el control corporal.
Estudios, como uno publicado en 2021 en la revista Foot and Ankle Surgery, han establecido que el uso prematuro de calzado está relacionado con problemas a largo plazo, como juanetes, dedos en garra, pies planos rígidos o alteraciones en la postura.
En España, la Asociación Española de Pediatría (AEPap) refuerza esta postura: "Los bebés no deben usar zapatos hasta que caminen de forma estable en exteriores. Y cuando lo hagan, estos deben ser lo más parecidos posible a andar descalzos: suela flexible, material transpirable y sin refuerzos rígidos en la puntera o el talón".
¿Por qué, entonces, persiste esta costumbre? Muchos padres siguen consejos tradicionales que asocian los zapatos con protección o estatus, mientras que el mercado de calzado infantil a menudo prioriza el diseño sobre la funcionalidad, incentivando su uso incluso en bebés que no lo necesitan.
Sin embargo, la evidencia científica subraya que los pies en desarrollo requieren libertad para moverse, adaptarse y fortalecerse.
Encerrarlos en estructuras rígidas es como limitar un músculo con un corsé: en lugar de desarrollarse, se debilita.
Para los padres, la recomendación es evitar el calzado durante los primeros 12 a 18 meses, salvo en entornos fríos o con superficies peligrosas, donde se pueden usar calcetines antideslizantes o botines sin suela.
Cuando el niño comience a caminar de forma independiente, los zapatos deben ser ligeros, con suela fina y flexible, sin tacones ni refuerzos rígidos, y hechos de materiales transpirables.
Es igualmente crucial vigilar el desarrollo del pie y consultar a un pediatra o podólogo infantil ante cualquier signo de asimetría, problemas al caminar o deformidades, ya que una intervención temprana puede prevenir complicaciones futuras.
En conclusión, calzar a un bebé de manera innecesaria o con zapatos inadecuados puede comprometer su salud musculoesquelética y dificultar el proceso natural de aprender a caminar.
Más allá de la estética o las tradiciones, los pies de los bebés necesitan espacio y libertad para crecer fuertes.
A veces, lo más saludable es simplemente dejarlos explorar el mundo descalzos.