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El perdón de la Mica

No solo los seres humanos merecemos una segunda oportunidad, la comida también.

Capirotada
Capirotada Chef Juan Angel Vásquez

por Juan Ángel Vásquez

16/04/2024 09:53 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 16/04/2024

@chefjuanangel                                                                  

-Ya está cerrada con tres candadooooos y remachada la puer...-

-¡Uuuuueeeep! ¡Cántale y trapéale Mica!- gritó Cosmerinque que pasaba junto a la banqueta.

-Porque mis padres están celosooos y tienen miedo que...-

-Quihúbolee Mica, -súbele al estéreo!- exclamó sonriendo Chivirico desde el dompe recolector de basura.

-Han de pensar que estando encerradaaaaaa- continuó cantando Micaela mientras subía el volumen; tomó el palo del trapeador como micrófono mientras lo deslizaba por cada rincón del piso de cemento pulido cuyo tono verdoso marcaba las miles de trapeadas con aceite de lámpara que había recibido por décadas...

15 años antes...

-Mira Mica, pórtate bien, me vas a ayudar a tender los pañales- le dijo su tía Carmela mientras caminaban cuesta abajo a un costado del panteón. 

Carmela iba tres veces a la semana a lavar los pañales de los hijos de la Águeda, y así, se cumplía a cabalidad la promesa que Nacho le había hecho a mi madre cuando se casaron: "Conmigo no vas a pasar hambres y te prometo que no te va a hacer falta nada, además, no volverás a hacer tortillas grandes de harina, ni lavarás pañales".

-Mira Águeda, traje a la Mica de la Ana de Chico, es mi sobrina, no fue a la escuela y me va ayudar a tender los pañales- dijo Carmela mientras empujaba a Micaela para que saludara -Vente Mica, vamos a juntar limas- replicó Águeda mientras sostenía un palo con alambre en forma de gancho en la punta -Yo las voy a arrancar y tú las echas al balde- a los pocos minutos, ambas estaban sentadas bajo la sombra del árbol pelando y comiendo limas al por mayor. Cuando terminaron, Micaela se levantó, tomó la escoba y juntó las cáscaras, apenas tenía 7 años.

Los días posteriores, Micaela esperaba a Carmela afuera de su casa para acompañarla a tender pañales, cosa que nunca hacía, se iba directo con Águeda, que generalmente estaba en la cocina, y sin mucha plática se subía en un banquito de madera para alcanzar el fregadero y lavar los trastes. La Mica era muy sería, su comunicación se basaba en gestos y acciones: hablaba poco, sonreía por todo y era muy acomedida.

-Vente a comer Mica, hicimos pozole- dijo Águeda, y se inmediato tomó asiento enguyendo el plato por completo ¡Ah! olvidaba algo: Micaela era buenísima para comer, no dejaba rastro de alimento en ollas, platos, tazas y tazones. 

Pasaron los meses y llegó la Cuaresma, era Miércoles de Ceniza, la Águeda de Nacho tenía un cerro de pan tostado dentro de una batea; cuando Micaela entró, se quedó mirando, levantó la ceja y salió de la cocina. Ese día se sirvió de comer chicos con chile, -Quién no se termine el plato no comerá postre- la Mica limpiaba el plato raspándolo con la cuchara, atendiendo la indicación de Águeda -Ahora sí, sírvanse capirotada recién hecha- ante tal invitación, las cejas de Micaela se arquearon-Ya me tengo que ir, dijo mi mamá que llegara temprano para ayudarle- y sin más, se levantó emprendiendo la huida. Desde ese día y durante los años posteriores, Micaela desapareció los Miércoles de Ceniza, Viernes de Cuaresma y toda la Semana Santa; días en los que era seguro y obligado un plato de capirotada después de la comida.

-Pero la puerta no es la culpable... que tu por dentro estés llorandoooo- Micaela recargó el trapeador en la pared junto al refrigerador, abrió la puerta para tomar agua fría y encontró un envase de margarina con un pedazo de papel pegado con cinta "Mica, se nos antojó la capirotada y la hice ayer, guardé una poquita para que se la lleves a tu mamá. Deberías probarla. Saludos, Águeda". Micaela arqueó la ceja, levantó la tapa y sin pensarla dos veces tomó una porción con la mano y la llevó a la boca para consumar el sufrimiento rápidamente; sus pupilas se dilataron, fue por una cuchara, se sentó en el piso recién trapeado, devoró la capirotada por completo y esbozó una gran sonrisa.

No solo los seres humanos merecemos una segunda oportunidad, la comida también. Durante años, Mica pensó que toda la capirotada sabía igual a la de su casa; por más de 15 años la rechazó privándose de un placer que hoy la sigue haciendo sonreír.

Chef Juan Angel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.