
por Primavera Fraijo
23/07/2025 19:41 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 23/07/2025
Por Primavera Fraijo
Para quienes aún no me conocen, hay algo que deben saber de mí: tengo un gusto peculiar, por no decir excéntrico, en bolsas.
No hay semana que alguien no me detenga, entre curioso y confundido, para comentar el modelo en turno.
Bolsas con forma de casa, de palomitas, de periódico, de reloj... Pero mi favorita actual es una en forma de teléfono antiguo. De esas con disco y cable en espiral que solo los nacidos en otro milenio sabrán usar.
Hace como un mes, justo con ese bolso telefónico colgado al hombro, abordé un Uber. El chofer se llamaba Porfirio y, apenas subí, me lanzó un elogio que terminó por descolgar (literalmente) una conversación inesperadamente entrañable.
—¡Esa bolsa está buenísima! —me dijo, sonriendo por el retrovisor.
—Gracias. Tengo una colección de rarezas —le contesté, encantada de hablar de mi fetiche consentido.
Una cosa llevó a otra, y terminamos adentrándonos en su historia personal, que resultó más profunda que el fondo de mi bolso de oso.
Porfirio, que durante todo el trayecto mantuvo una charla fluida y encantadora, me confesó que por muchos años fue un hombre extremadamente tímido. Le costaba trabajo hablar, mirar a los ojos, incluso saludar.
Me sorprendió. ¿Él, el mismo que ya me había hecho reír tres veces antes de llegar al semáforo?
Entonces, me contó su pequeño gran secreto: un día decidió vestirse mejor. Así, sin más.
Resulta que mi compañero de camino es lector. Y un lector comprometido. Así que, fiel a su estilo, se sumergió en libros de autoayuda que prometían mejorar la imagen personal. No con la vanidad del escaparate, sino con la convicción de que, a veces, verse distinto nos hace sentir diferentes. Y ese cambio se nota. Se proyecta.
Me pareció fascinante. Porque, honestamente, yo no sabría decir si visto "bien" o "mal", pero sí he aprendido a elegir lo que me hace sentir mía. Y eso, al parecer, fue justo lo que Porfirio descubrió.
Dejó de esconderse en ropa gris, empezó a probar, a atreverse. A vestirse no como quien se cubre, sino como quien se presenta. Y desde entonces, (y me lo dijo con una certeza que no se compra en ninguna boutique), ¡es otro!
Inspirada por su historia, decidí buscar una lectura que dialogara con esa idea. Me encontré con "Tu marca personal", de Renata Roa, y me atrapó desde la primera página.
No, no esperen fórmulas de gurú ni recetas de influencer. Lo que hay aquí es algo mucho más valioso: un trabajo serio, profundo y honesto sobre cómo habitamos nuestra identidad... y cómo la comunicamos al mundo.
Renata Roa, consultora en imagen y comunicación, disecciona sin anestesia la brecha entre lo que somos, lo que creemos que somos y lo que proyectamos.
Lo hace desde la conciencia, no desde la pose. Con un tono cálido pero firme, te lanza preguntas que no puedes esquivar. ¿Qué historia estás contando con tu forma de vestir, de hablar, de moverte? ¿Y esa historia... te representa?
Este libro es una brújula para quienes han estado caminando en modo piloto automático. Te invita a pausar, tachar, reescribirte. A nombrarte con claridad. A existir con intención.
Desde la misión personal hasta la coherencia digital, cada página te hace pensar: ¿cuánto de mí estoy dejando al azar?
Tu marca personal es útil, sí. Pero más que eso, es honesto. Te recuerda que no se trata de gustarle a todos, sino de reconocerte tú. Ser tú... pero con conciencia. Ser tú... pero versión alineada.
Recomendado especialmente para quienes están en procesos de cambio, reinvención o simplemente quieren habitarse con más dignidad. Y sí, para todos los que quieren dejar de improvisar su presencia en el mundo. Como Porfirio.
Porque al final, como dice Renata, tu marca personal ya existe. La gran pregunta es: ¿la estás construyendo tú... o la estás dejando en manos del azar y las prisas?
Por lo pronto, yo la estoy colocando en manos de las bolsas raras y no sé qué diga eso de mí, pero... tampoco me importa.
A mí me encuentras en redes sociales como: @PrimaveraFraijo