Se completa la toma del poder
Por Manuel Valenzuela V.
La elección de ministros, magistrados y jueces ha concluido en la primera de sus dos etapas y los resultados son los esperados y planeados por el grupo en el poder. Con ellos, la llamada 4T ha capturado el control del único poder que no controlaba, el judicial. En la terminología marxista-leninista de antes, Morena puede decir que la toma del poder se ha consumado. Ahora solo falta ver qué van a hacer con el país.
No importó que el 87 por ciento de los ciudadanos se hayan abstenido de votar y con ello le hayan dado la espalda a una elección cuyos resultados sabíamos de antemano. Tampoco que se haya consumado un proceso evidente de inducción del voto a través de los millones de acordeones que se repartieron, ni el uso de recursos públicos para la movilización de votantes, todas ellas causales probables de anulación de la elección. No sucederá eso porque las instituciones encargadas de garantizar la legalidad de la elección fueron capturadas por ellos con anterioridad.
Hoy, consumada la toma del poder por el obradorismo, hay que ver lo que va a pasar con el país en los meses y años por venir. Qué van a hacer para que el país crezca y haya algo que distribuir; Cómo van a recuperar la confianza para que los dueños del capital arriesguen su dinero e inviertan para generar riqueza y empleo porque el gobierno no tiene recursos para invertir. El Estado de derecho ha sido debilitado y en esas condiciones invertir es una aventura que muchos no estarán dispuestos a afrontar.
Hay dos formas de interpretar a la sociedad y en función de ellas lo sucedido en México puede catalogarse como un éxito o como un fracaso. Una es verla como una eterna lucha entre los buenos y los malos, los honestos y los corruptos, los liberales y los conservadores (ahora también llamados neoliberales) y, en resumen, los que están conmigo (los buenos) y los que están contra mí (los malos).
Bajo esta idea el objetivo es que los buenos tomen el poder y lo usen en su beneficio y en contra de los malos. Para ellos el fin justifica los medios, incluyendo el acarreo, la inducción del voto, los acordeones, la amenaza de suspender los programas sociales a los que voten por los malos y el uso de los recursos públicos. "A mí no me vengan con que la ley es la ley" dijo el clásico, aquí se hace lo que el pueblo quiere y Morena les indicó lo que les conviene en esta elección judicial a través de los acordeones.
También bajo esta manera de ver la sociedad, hay que aplastar a la oposición porque es corrupta y representa los intereses de los malos. Entre menos opositores tengan los buenos es mejor. Por esta razón la propuesta de reforma electoral incluida en el Plan C del expresidente López Obrador incluye la eliminación de los diputados de representación proporcional porque las minorías no importan, solo debe haber diputados de mayoría. Esta reforma es la única que falta de aprobarse, pero quizá se impulse por la presidenta antes de que concluya la presente legislatura donde Morena y aliados tienen mayoría calificada.
Pero hay otra manera de concebir la realidad. Una donde el ejercicio de las libertades induce a la pluralidad y ésta representa un activo para el país en lugar de un pasivo, es una parte de su riqueza no una debilidad. De ahí que la mejor forma de gobernar la pluralidad es con un sistema democrático basado en el voto libre e informado de los ciudadanos y que respete la división de poderes.
En una democracia genuina las mayorías van y vienen. Por ello los derechos de las minorías deben estar garantizados. Ambas, mayorías y minorías, deben estar sujetas al imperio de la ley, por ello los ministros, magistrados y jueces no deben representar ni a unas ni a otras, su función es garantizar que ambas se conduzcan por el camino de la ley. Es decir, deben ser imparciales y competentes en el área en la que les corresponde impartir justicia. Por esa razón es el camino del mérito (carrera judicial y concursos de oposición) y no el del voto, el que deben seguir los juzgadores para llegar a ocupar los puestos.
¿Quién en su sano juicio podría creer que los nueve ministros electos para la Suprema Corte de Justicia de la Nación serán imparciales si todos ellos fueron impulsados por Morena? ¿Cree usted que Lenia Batres, Yazmín Esquivel o Loreta Ortiz van a ser imparciales en la aplicación de la justicia? Yo tampoco. Lo mismo sucederá con el resto de las posiciones elegidas.
Quizá es temprano aún para comprender la magnitud del daño que se ha hecho a la vida institucional del país con la pasada elección judicial, pero desafortunadamente no tardaremos mucho en darnos cuenta. Juristas tan prestigiados como Diego Valadés han pronosticado que la reforma judicial fracasará más pronto que tarde y habrá que trabajar en una verdadera reforma que abarque no solo al Poder Judicial sino a toda la cadena de justicia y será deseable -dice- que fuera una verdadera reforma del Estado en su conjunto. Veremos si esto es así y cuánto tiempo tendremos que esperar para que esto se produzca.
Sin embargo, por ahora, los morenistas pueden decir que la toma del poder se ha consumado y que ahora controlan no solo a los poderes Ejecutivo y Legislativo, sino también -desde septiembre- al Poder Judicial. Con este tridente podrán moldear el tipo de país que ellos deseen.
El problema para el oficialismo es que el poder no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para resolver los problemas de los ciudadanos en un marco de un sistema que permita el ejercicio pleno de sus derechos. Así como una economía próspera es condición para distribuir los beneficios a la sociedad, un sistema democrático con división de poderes y un Poder Judicial apartidista e imparcial es condición para la salud de las instituciones. Eso es lo que ya no tenemos.