¿Y ahora qué? La batalla por la narrativa
Manuel Valenzuela V.
El día después de la primera elección de integrantes de Poder Judicial en la historia de México, se ha iniciado la batalla por ganar la narrativa del significado de lo que sucedió. Aunque aún no tenemos los datos definitivos, el INE estimó que la participación ciudadana se situó en un margen de entre 12.5 y 13.2 por ciento del padrón electoral que es de casi 100 millones de ciudadanos que cuentan con credencial de elector.
Otras encuestadoras tienen datos un poco inferiores a las estimaciones del INE. La empresa "Berumen y Asociados" estimó en un poco más de 11 por ciento la participación y Rodrigo de las Heras la ubicó en apenas por encima del 9 por ciento. Lo más probable es que la realidad se ubique entre esos porcentajes, pero cuando la lucha es política los hechos poco importan, cada grupo en contienda ya tiene su verdad y va a tratar de hacer que estos se ajusten a su versión. Por ello, anoche mismo se inició la batalla por la narrativa.
La presidenta de la república asumió muy temprano, en la mañanera, su papel de jefa de partido, muy alejada de la que le corresponde como presidenta de todos los mexicanos, y calificó como un éxito que haya ido a votar unas 13 millones personas. Calificó el proceso como un éxito, "maravilloso" y profundamente democrático. Y en una actitud francamente poco digna de su investidura, se mofó de lo expresado por los dirigentes de los partidos de oposición. Hoy, Morena y todos sus seguidores ahora repiten la narrativa de la presidenta.
Para esta verdad oficial no dice nada que, de un padrón de casi 100 millones de ciudadanos, 87 millones (87 por ciento) le dieron la espalda a la elección y decidieron no votar, pero es "maravilloso" que 13 millones si lo hayan hecho. Es decir, el éxito lo definen 13 millones y no lo que expresaron con su actitud 87 millones de potenciales votantes.
Examinemos un poco más de cerca los números que hasta ahora están disponibles. Al momento de escribir esta columna, el conteo rápido del INE muestra que se han contabilizado el 56 por ciento de las actas emitidas para ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el porcentaje de participación no es del 13 por ciento que festeja la presidenta Sheinbaum, sino de 11.4 por ciento. Que se acerca mucho a lo que estimó Berumen y Asociados.
Otro dato relevante es que, de ese porcentaje de votos computados, solo el 77 por ciento son votos válidos según los datos del propio INE. Así que, si extrapolamos esos resultados, habrían acudido a las urnas no 13 sino 11 millones 400 mil aproximadamente, y de ellos, solo unos 8 millones 700 mil serían votos válidos. Lo que reduce aún más la representatividad, y por tanto la legitimidad, de las personas elegidas.
Ahora, si queremos poner esta elección en perspectiva, quizá la podríamos comparar con el referéndum para la revocación (ratificación) de mandato convocado por el expresidente López Obrador en 2021. En esa ocasión votó el 17 por ciento del padrón, pero como la ley establecía que para ser vinculante debería votar al menos el 40 por ciento del padrón, esa elección no tuvo ninguna consecuencia.
En esta ocasión votaron muchos menos ciudadanos que en esa ocasión, sin embargo, la elección seguramente será declarada válida por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación por dos razones: porque para esta elección no se estableció un mínimo de participación para ser vinculante y, la más importante, porque el tribunal fue capturado hace tiempo por Morena.
Pero más allá del número de personas que acudieron a votar, hay que analizar las condiciones en las que se realizó esta elección. La ley dice que un voto para ser válido deber ser libre e informado por parte del ciudadano. ¿alguien puede afirmar que en esta ocasión no se indujo el voto a través de los múltiples acordeones que se circularon? ¿Y qué decir de la operación de estado que se realizó para llevar a la gente a votar? ¿fue ese voto informado? No es aventurado afirmar que la gran mayoría de los votantes no supieron por quién votaron, solo copiaron los números del acordeón morenista. Múltiples videos de entrevistas a votantes al salir de las casillas difundidos en las redes sociales manifestaron lo anterior.
Hoy (lunes) por la mañana prácticamente todos los analistas serios están comentando en radio, televisión y redes sociales lo absurdo de este proceso y todavía más el hecho de que el oficialismo los celebre como un éxito y como un paso adelante en la democratización del país. Tenía razón el periódico inglés The Financial Times cuando calificó de "kafkiano" este proceso.
Todo esto quizá no pasaría de ser parte del anecdotario como una más de las cosas únicas o raras que ocurren en nuestro México si no fuera por las consecuencias que esto tendrá para el futuro del país. Se "eligió" nada menos que a la mitad de los integrantes del Poder Judicial de la Federación, quienes a partir de septiembre serán los responsables de impartir justicia en el país. Ellos desplazarán a jueces y magistrados formados en la carrera judicial que desaparece.
No se eligió a los mejores sino a los que simpatizan con la fuerza política dominante (por ahora Morena, pero luego serán otros). Morena a través del Poder Ejecutivo y el Legislativo que controla hizo las listas de candidatos y elaboró los acordeones que se difundieron para inducir el voto. Todos los ciudadanos de a pie fuimos testigos de cómo se usaron recursos públicos para promover e inducir esta elección y de cómo los gobernadores operaron con personal y recursos públicos para tener el máximos número de votantes en las urnas. Su convocatoria fue más bien pobre a juzgar por el número de votantes.
Es triste decirlo, pero se trató de una verdadera simulación que ahora se festeja como un éxito democrático. Las palabras y los conceptos teóricos sobre lo que es un sistema democrático y la razón de ser de la división de poderes, han dejado de tener sentido frente a los intereses de la fuerza política dominante que impone su verdad en su narrativa.
Cuando los dirigentes políticos (de cualquier partido) se alejan del sentido común, se avecinan problemas muy serios para la convivencia social. Ojalá que en algún momento se recupere la cordura.